Con motivo de mi personalmente, injusta entrega de los Oscar de este año (si bien también ya venía dada desde gran parte de las nominaciones), me gustaría hacer un pequeño tributo a Babel por su desmerecida falta de reconocimiento en los premios.
En mi opinión debería de excluirse de estos premios cualquier remake o calco de otra obra sea cual sea. Y es que en el caso de Infiltrados (The Departed, 2006) siempre es más fácil trabajar en los detalles que te permiten mejorar un trabajo anterior que empezar con una obra original de cero.
Personalmente me sentí engañado cuando al día después de ver Infiltrados me topé con la hongkonesa Siu Fai Mak, de la cuál Scorsese había imitado no sólo la historia, sino también la manera de ejecutar la mayoría de los planos. Aunque muy probablemente la mayoría de los miembros de la Academia no habrán gastado esfuerzos en ver el filme original para descubrir el storyboard vivo del filme del cineasta del Queens.
Por eso, y para intentar hacer un poco de justicia a Babel (que a pesar de lo que se lea en las siguientes líneas me parece estar lejos de ser la película del año) aquí va una crítica escrita con bastante cariño:
Si la vida es más tragedia que comedia, Alejandro González Iñárritu ha conseguido con su tercer largometraje: Babel, que los relatos griegos nos parezcan meras anécdotas comparados con el drama humano que el director mexicano comunica con esta cinta que a nadie puede dejar indiferente.
Babel, con un guión original de Guillermo Arriaga; autor también de Amores Perros y 21 gramos, clama con su título, a uno de los pasajes bíblicos más famosos. Y lo hace no sólo mediante el nombre, sino recreando su historia en un mismo concepto: un punto de encuentro entre los hombres por encima de la diversidad de lenguas.
Bab-el, era el nombre de la ciudad que sería “la puerta de Dios” de los pueblos de Mesopotamia, aunque el término cobró el significado de “confusión” (balái) para los hebreos, cuando Dios castigó la ambición de los hombres de Babel por intentar alcanzarle, dividiéndolos con la aparición de distintas lenguas.
Con su filme, González Iñárritu precisamente lo que intenta es mostrarnos la confusión de la incomprensión entre las distintas lenguas y culturas, para pasar al entendimiento en las emociones y necesidades básicas de todos los seres humanos. Porque, ¿qué hay más elemental en el hombre que la necesidad de amar y ser amado?
Babel no se trata sólo de cuatro historias distintas entrelazadas, Babel nos dice algo al oído a todos y cada uno. Y nos lo dice en cada lengua por que es tan visual y humana que aunque no estuviese doblada o hubiera subtítulos entenderíamos igualmente a todos y cada uno de los personajes.
Puede ser que Babel sea el relato con el final más optimista de la corta pero impresionante trayectoria de trabajos de González Iñárritu, como en todos sus anteriores obras es latente el esmero por mostrar la lucha de los personajes por sobrevivir y encontrar su sitio en este mundo. Algunos tienen que morir en el camino para que el resto comprenda que la vida que tenían era la que buscaban y que a veces el egoísmo y el orgullo son los culpables de alejarnos de esa felicidad que sólo descubrimos gracias a las crisis.
Y es que tanto Arriaga como Gonzalez Iñárritu son expertos en llevarnos a situaciones extremas de la vida cotidiana para revelarnos la bondad o la maldad de la somos capaces los seres humanos.
Sólo que en Babel cabe más lugar a la esperanza, no es uno sólo el personaje que se redime, como nos tenía acostumbrados en el resto de sus obras, sino que todos de alguna forma son purificados y llevados a entender aún mejor el significado de su existencia, después de pasar esa gran prueba a la que son sometidos.
Esta es una de esas películas que hay que agradecer, no tanto por el sabor de boca que a uno le deja al final (que no es la sonrisa del típico final americano precisamente); sino por la gran avalancha de emociones tan distintas y tan humanas que nos hace sentir desde nuestra butaca. Gracias en especial a Adriana Barraza por mostrarnos el amor maternal de toda mujer. Gracias a también a Kôji Yakusho por demostrarnos lo equivocados que estamos al buscar el amor sólo en lo físico. Y sobre todo, gracias a Alejandro Gonzalez Iñarritu y a Guilliermo Arriaga por descubrirnos nuevamente una historia tan bien contada, tan bien interpretada, tan intimista y tan democrática.